
"Hoy descubrí que no todo el mundo tiene un monólogo interior y eso me arruinó el día".
Ese fue el título de un blog que apareció hace un tiempo y provocó un intenso debate tanto en línea como en los medios.
Quienes se enteraron empezaron a mirar con sospecha a los que tenían cerca.
"¿Cómo así? ¿Tú no tienes un monólogo interior?... ¡Claro que sí. Todo el mundo lo tiene!".
"¿Qué... voces en tu mente? ¡Yo no!".
La conclusión, de ambos lados, a menudo era la misma: "¡Qué raro eres!".
El blog trajo al primer plano una parte particular de nuestra vida mental llamada habla interna, la conversación silenciosa que muchos de nosotros tenemos con nosotros mismos mientras nos ocupamos de nuestros asuntos diarios.
Cosas como "no deberían haberle dicho esto a él" o "no se me puede olvidar comprar tomates" o "voy a dejar esto para mañana porque me caigo del sueño".
Por supuesto, para quienes experimentan algo similar, eso es normal... tan normal como lo es para personas como Justin vivir de una manera completamente distinta.
En su paisaje mental "literalmente no hay nada".
"Hay una sensación de vacío. No hay imágenes, ni ruido, ni voces, ni narrativa. Todo totalmente tranquilo, nada".
No sólo eso: entre esa presencia voces y la ausencia de todo en las mentes, hay al menos otras tres variantes del mundo interior de los humanos, ese territorio tan difícil de explorar que sigue siendo en gran parte desconocido.
La mente de Mary, por ejemplo, no está repleta de palabras ni completamente vacía... es un lugar al que se puede llegar por una escalera de caracol detrás de su oreja izquierda.
"Es como el ático de una casa señorial muy bonita, pero pequeña. Es roble, creo. Puede haber un poco de caoba, pero creo que básicamente es roble -no creo que pueda permitirme el lujo de la caoba- y está lleno de cosas, como cajas de almacenamiento, pantallas, películas y fotografías.
"Sospecho que hay una puerta en la parte de atrás, pero no creo que haya pasado por ella. Es un lugar tranquilo. No es notable, aparte del hecho de que está dentro de mi cabeza".
Así como quienes viven con sus monólogos interiores, Mary siempre estuvo convencida de que todo el mundo tenía un ático similar, hasta un día que estaba conversando con su hija.
"Estábamos hablando de recordar los sueños y le dije: 'Bueno, es un poco como cuando entras en esa habitación dentro de tu cabeza', y ella dijo: '¿Una habitación en tu cabeza?'. Le dije: '¿No tienes una?'. Ella dijo: 'No... ¡eres muy rara, mamá!'. Me sorprendió, pero sencillamente acepté que era un poco extraño".
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