No, la energía renovable no es más costosa que la fósil porque, además de los costos de producción, México tiene que considerar los costos ambientales y sociales que trae la contaminación ambiental y otras afectaciones a la salud por la quema de combustibles fósiles como el combustóleo. Te explicamos algunos datos.
La producción de un megawatt hora con combustóleo fue de 138 dólares, mientras que el mismo megawatt generado con energía solar costó 67 dólares y la eólica 66, tomando el rango más alto de precios, según estimaciones de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), con datos de 2015 del estudio “Costos y Parámetros de Referencia para la Formulación de Proyectos de Inversión en el Sector Eléctrico”.
Estos costos dependen de la capacidad instalada en el país para la producción de cada tipo de energía, la inversión en ello, el consumo de agua, el costo de los combustibles, la tecnología empleada, los costos de operación y mantenimiento, el costo de contratos entre otros factores. En el caso de la energía renovable, actualmente en México hay un 31% de capacidad instalada para la generación de energía limpia aunque en 2020 sólo se generó 23.2% del total nacional.
Pese a estos datos, el gobierno federal ha señalado en más de una ocasión que la energía renovable no es tan económica como se piensa e insiste en centrar la política energética en los fósiles.
¿Es más barato producir energía con combustóleo?
Diversas organizaciones a favor del medio ambiente alertaron a la administración federal que quemar combustóleo, como se proponía, tendría serios impactos en la salud de las personas, sobre todo en quienes viven en áreas colindantes a las termoeléctricas y en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, así como otras cuencas densamente pobladas.
Por ejemplo, en abril pasado, varias organizaciones ambientalistas denunciaron que las altas emisiones de dióxido de azufre, carbono negro y partículas suspendidas por la quema de combustóleo en la Termoeléctrica de Tula, Hidalgo, afectan la salud de 22 millones de habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México, principalmente de la Ciudad de México y 59 municipios del Estado de México.
La contaminación atmosférica y ambiental por el carbón cuesta miles de vidas y otros miles de millones en gastos de salud pública. De acuerdo con las Naciones Unidas, las emisiones mundiales de CO2 (dióxido de carbono) por combustibles fósiles aumentaron 62% entre 1990 y 2019. Del total de las emisiones contaminantes que genera México, 64% corresponden al consumo de combustibles fósiles, de acuerdo con el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero 2015.
La contaminación por consumo de combustibles fósiles nos afecta de muchas formas, la primera de ellas es a través de la calidad del aire. En 2012, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que a nivel mundial 3 mil 7 millones de personas murieron de forma prematura como resultado de enfermedades atribuibles a la contaminación del aire.
Tan sólo en México, cada año mueren al menos mil 680 niñas y niños menores de 5 años de edad por enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire, de acuerdo con el informe “No apto para pulmones pequeños. Diagnóstico de calidad del aire y el derecho de niñas, niños y adolescentes al aire limpio”, que elaboró Greenpeace y la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) en 2018.
Además, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha documentado que las afectaciones a la salud asociadas a la contaminación del aire incrementan el ausentismo en el trabajo y las incapacidades laborales, además del gasto en medicinas y consultas médicas de las familias. Los costos sumados de estos impactos alcanzan anualmente los 577 mil 698 millones de pesos, una suma equivalente al 3.2% del Producto Interno Bruto.
La exigencia de las organizaciones de la sociedad civil consiguieron que el pasado 18 de abril, Andrés Manuel López Obrador negara públicamente que usará combustóleo para generar electricidad.
No obstante, esta declaración no es suficiente para garantizar que México cumpla sus compromisos internacionales para mitigar el cambio climático. Es necesario que esta declaración se plasme en una prohibición explícita del combustóleo en la ley, así como una ruta crítica de transición energética, que incluya la salida de tecnologías altamente contaminantes como el carbón y el propio combustóleo, sustituyendolas a través de energías renovables, protegiendo siempre el respeto a los Derechos Humanos y los pueblos indígenas.
Contar con un plan de transición energético resulta urgente para que, con el tiempo, la producción de energía en México no sea sólo más económica sino también menos contaminante.
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