La Asociación Cetácea el pasado fin de semana avistó y grabó en el litoral del Garraf un ejemplar de marrajo, una variedad de tiburón poco habitual en esta zona del Mediterráneo, especie, además, en peligro de extinción.
El escualo medía unos 2.5 metros y aseguran que nadaba "tranquilamente" por la superficie, lejos de la costa, según explicó a medios de comunicación la misma entidad y la Asociación Catsharks, mediante en un comunicado.
"En los 10 años de salidas de navegación nunca habíamos podido filmarlo, y probablemente haya muy pocas filmaciones de esta especie viva y en su hábitat natural en el Mediterráneo", destacan las entidades, que califican el avistamiento de "sorprendente".
El marrajo está considerado el tiburón más rápido del mundo y se encuentra muy amenazado, sobre todo en el Mediterráneo, donde está catalogado en peligro crítico de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). En España está prohibido pescarlo, descargarlo y comercializarlo en el Atlántico norte desde 2021, ya que sus poblaciones han disminuido un 60% en un período de 75 años.
La población del Mediterráneo se encuentra en el listado español de especies protegidas desde 2011, al igual que otros tiburones de su mismo grupo. Este tiburón se enfrenta a diversas amenazas para su supervivencia, como la pesca industrial, la pesca accidental o la pesca deportiva, donde es una pieza muy apreciada. Asimismo, como muchos otros tiburones,es víctima del comercio internacional de aletas de tiburón, muy codiciadas en el mercado asiático.
El pez más grande del océano se comporta como un trotamundos
El pez más grande del océano es un trotamundos, según un novedoso estudio de seguimiento satelital, con individuos marcados que visitaron 17 áreas marinas protegidas en 5 países.
Poco se sabe sobre los hábitos del tiburón ballena (Rhincodon typus) en la región. Al rastrear por satélite el paradero de 30 de ellos, científicos del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), el Centro Anderson Cabot para la Vida Oceánica y la Universidad de Panamá exploraron los factores que influyen en el comportamiento de esta especie en peligro de extinción.
El R. typus, al igual que otros tiburones grandes, puede tardar años o incluso décadas en alcanzar la madurez y reproducirse, lo que los hace vulnerables a la disminución de la población, especialmente cuando se combina con amenazas humanas. Por ejemplo, pueden quedar atrapados en redes de pesca como captura incidental o correr el riesgo de colisiones con embarcaciones cuando las rutas de navegación se superponen con sus sitios de alimentación. Ser capaz de comprender y predecir el comportamiento del tiburón ballena es un paso necesario para proteger a la especie.
El monitoreo satelital de esta especie, liderado por el ecólogo marino de STRI, Héctor Guzmán, encontró que los tiburones ballena se alimentan principalmente en aguas costeras, montes submarinos y dorsales del Pacífico panameño, donde pueden encontrar abundancia de sus alimentos favoritos: peces pequeños y plancton. También fueron vistos nadando hacia el norte y el sur a lo largo de la costa, hacia México y Ecuador, y hacia el mar abierto para alimentarse.
"Esta especie requiere una clara planificación regional", dijo Guzmán. "Una vez que se identifican las áreas de agregación de alimentación y reproducción, se deben implementar algunas medidas de protección. Las expansiones de áreas marinas protegidas recientemente anunciadas en toda la región brindan una plataforma interesante para prácticas de conservación a gran escala".
Aunque utilizaban áreas marinas protegidas, los tiburones ballena también pasaban tiempo en zonas de pesca industrial y tráfico de embarcaciones, lo que podría ponerlos en peligro según el nuevo artículo publicado en Frontiers in Marine Science.
"El estudio muestra lo complejo que es proteger a los tiburones ballena: individuos marcados visitaron 17 áreas marinas protegidas en 5 países, pero más del 77% de su tiempo estuvieron en áreas sin ningún tipo de protección", dijo Catalina Gómez, coautora del estudio y ecólogo marino de la Universidad de Panamá.
Por lo tanto, para especies altamente migratorias y en peligro de extinción como el tiburón ballena, las medidas de conservación deben ir más allá del establecimiento de áreas marinas protegidas locales.
Los esfuerzos deben centrarse en proteger grandes áreas oceánicas y establecer corredores marinos que trasciendan las fronteras nacionales, por ejemplo: el Área Marina Protegida Cordillera de Coiba en Panamá, recientemente ampliada, o el Corredor de Conservación Marina del Pacífico Oriental Tropical que conecta a Coiba con las Islas Cocos de Costa Rica, las Galápagos en Ecuador y la Isla Malpelo en Colombia.
"Un programa de marcado periódico debe continuar por dos razones principales: primero, todavía no sabemos dónde se reproduce la especie y el seguimiento puede llevarnos en la dirección correcta", dijo Guzmán. "En segundo lugar, sabemos que se están moviendo a través de áreas extensas. Hemos identificado corredores o vías marítimas potenciales, así como áreas de agregación, que requieren atención de la administración y reglas de protección claras. El seguimiento nos permitirá identificar mejor esas rutas regionales".
El rastreo satelital también reveló un patrón migratorio del tiburón ballena que parece estar asociado con corrientes oceánicas circulares llamadas remolinos.
"Los remolinos son reconocidos como posibles áreas de alimentación para especies migratorias o epicentros de alimentos en los océanos, por lo que pueden nadar en esas áreas durante mucho tiempo mientras buscan comida y se alimentan", dijo Guzmán. "Sin embargo, los remolinos son sistemas dinámicos y cambian constantemente en velocidad o fuerza, tamaño y ubicación, incluso estacionalmente. Estas áreas de alimentación son importantes para la conservación, especialmente considerando su dinámica y los posibles cambios asociados con el cambio climático".
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